El miedo, la preocupación, la ira, la desconfianza y la violencia obstaculizan el buen funcionamiento de nuestro proceso consciente de toma de decisiones que tiene lugar en los lóbulos frontales.
Pero si deliberadamente y constantemente nos sumergimos en actividades cuidadosas mientras nos enfocamos en palabras, imágenes, valores y elecciones que sean positivas, podemos rechazar las tendencias reactivas incorporadas en los circuitos de miedo, huida, congelación y lucha de nuestro antiguo cerebro emocional.
Pasa un par de minutos, de cada hora, dedicados a una actividad placentera (relajarte, caminar, estirar el cuerpo, hacerte cosquillas a ti mismo, meditar, etc) que sea diferente a tu trabajo. Se reduce el estrés, aumenta la productividad, y la positividad erosionará la propensión del cerebro a pensar en los momentos negativos que se producen en nuestra vida cotidiana.
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