Seis ranas se sentaron a la orilla del río. Una decidió saltar. ¿Cuántas quedaron?
Felicitaciones si contestaste “cinco”. Tu capacidad de razonamiento analítico está en buena forma. Desafortunadamente, no es la respuesta correcta. La respuesta correcta es “seis”.
Así es: Las seis ranas todavía están sentadas a la orilla del río. ¿Por qué? Porque una sólo decidió saltar, aún no ha hecho ningún salto.
Esta es exactamente nuestra gran falacia. Pensamos que porque hemos imaginado algo, entendido algo, deducido algo, planeado algo, decidido algo, es una conclusión definitiva de que vamos a hacer ese “algo”. Pero no es así en la mayoría de los casos.
Debido a que fuertemente nos identificamos con nuestros pensamientos conscientes, tendemos a pensar en ellos como “yo”. Asumimos que es nuestra mente consciente la que está en control, la que está a cargo de lo que hacemos. Pero no es verdad.
Visita un gimnasio a mediados de febrero y verás en lo que se ha convertido una resolución de Año Nuevo. Apenas han pasado seis semanas después de Año Nuevo y el lugar está vacio. Muchas ranas a la orilla del río, muchas decisiones, pero cero resultados.
Aquí está la Gran Falacia. Pensamos que todas nuestras funciones conscientes controlan lo que hacemos, pero no. En toda su majestuosidad, la mente consciente tiene una desventaja: No logra que las cosas se hagan.
La mente consciente podrá ser el capitán del barco, pero es el hombre en el cuarto de máquinas quien mueve el barco, no el capitán. De hecho, aquí está cuánto control tiene nuestras funciones conscientes sobre lo que en realidad hacemos: entre el 2 y 4 %.
Entonces, ¿quién es nuestro hombre en el cuarto de máquinas? ¿Quién logra que hagamos las cosas?
La respuesta es NUESTROS HABITOS, los cuales residen en nuestra mente subconsciente.