Escrito por Matthew Walker, facilitador de temas de desarrollo de liderazgo.
En 2009, compré una copia de la revista INC. con una meta muy especifica. Esta edición en particular presentaba la Inc. 500, la cual es una lista de las 500 compañías privadas con crecimiento rápido en los Estados Unidos. Luego, una por una, contacté con los Directores Generales (CEO) de varias empresas destacadas en la revista y les comenté acerca de los talleres, seminarios, y campamentos que había llevado a cabo por todo el país. Mi meta era simple: Forjar relaciones con gente quienes habían demostrado una habilidad para realizar su visión única. Tal vez a la larga estarían dispuestos a compartir su sabiduría de cómo ese éxito podría emularse. En resumen, estaba buscando mentores.
Un mentor es alguien que nos puede proporcionar una guía mientras perseguimos un objetivo grande. La dinámica entre el mentor y el aprendiz es única. Los mentores no son solo valiosos por que nos ayudan a desarrollarnos. Mientras que en las relaciones de dos personas, ya sean romántica, profesionales, creativas o recreacionales, cada persona puede hacer contribuciones similares al compartir una meta, un aprendiz usualmente no es capaz de alternar de la misma manera que el mentor lo hace. La responsabilidad del aprendiz es la de ser un buen estudiante y después trasladar esa sabiduría que adquirió, asumiendo el papel de mentor posteriormente. Ante esto, los buenos mentores son a menudo difíciles de conseguir, a pesar que lo que es típico en ellos es la satisfacción de ayudar a alguien más.
Si tienes una fuerte ambición por encontrar a alguien que asuma este papel, el compromiso y dedicación por sí solos no harán que esto suceda; también tendrás que ser muy claro a cerca del tipo de guía que estás buscando. Para lograrlo, me gustaría que escribieras una carta a un mentor imaginario y le explicaras exactamente lo que quieres.
En el primer párrafo, describe varias formas que te has propuesto para lograr tus metas en el pasado, tales como esperar a que las oportunidades lleguen a ti o psicoanalizándote a ti mismo de que todos los esfuerzos posibles parecen muy difíciles de alcanzar.
En el segundo párrafo, escribe tu “objetivo personal más alto”, la meta o sueño que te has imaginado para ti mismo que es digno de tu energía, amor y pasión. Explica qué es lo que hace que esta meta sea diferente a lo que has buscado (o si es el caso, lo que has decidido no buscar ) en el pasado.
En el tercer párrafo, revela exactamente qué es lo que esperas que tu mentor haga para ayudarte a alcanzar esta meta.
Como podrías asumir, esta carta no es necesariamente la forma ideal de contactar a alguien; esto es algo más para tu beneficio. De hecho, ni siquiera quiero que se la envíes a alguien. El objetivo del ejercicio es ayudarte a explicar por qué podrías beneficiarte con un poco de orientación.
Cuando contacté a todos esos directores generales, puedo asegurarte que no utilicé dos terceras partes de la carta para hablar sobre mí mismo. En lugar de eso, explique cómo sus trabajos fueron de interés para mí. Hice de ellos una estrella al decirles que estaba interesado en aprender acerca de lo que ellos habían logrado. Al decidir cómo podrás llegar a mentores potenciales, me gustaría que pensaras sobre la carta que acabas de escribir y establecer qué tipo de relación sería valiosa para ti. Y luego fija en ese sentido el propósito al iniciar un dialogo.
Te puede ir bien en ponerte en contacto con empresarios notables que llamen tu atención; o puedes intentar conocer mentores potenciales en seminarios, conferencias, talleres o exposiciones. Independientemente de la situación que elijas, asegúrate de comunicar tu deseo de aprender más sobre lo que ellos hacen y de hacer tantas preguntas interesantes como sea posible. Tomando prestada una frase que he escuchado a mucha gente usarla antes: “interesarse es interesante”.
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