El siguiente es un artículo escrito por John Maxwell titulado “Los Sujetalibros del Exito”.
Los pilotos de NASCAR saben la importancia de comenzar en el lugar correcto. Antes que una carrera comience, compiten entre sí con la esperanza de obtener la mejor posición de salida. En las carreras de clasificación, una semana antes a la carrera oficial, cada conductor acelera alrededor de la pista en una carrera cronometrada. El piloto con el mejor tiempo gana la posición inicial, el derecho a comenzar la carrera por delante de los otros autos de carreras. Un conductor en la posición inicial no tiene que preocuparse por pasar a nadie para ganar la carrera. Todo lo que él o ella debe hacer es mantener la posición para ganar.
Por el contrario, un conductor que le va muy mal en las clasificaciones debe comenzar la carrera en la peor posición, hasta atrás de todos. Atrapado detrás de los autos de carreras, el piloto desfavorecido prácticamente no tiene ninguna posibilidad de ganar. Para terminar en primer lugar, él o ella tendría que pasar a todos los autos en la pista durante el transcurso de la carrera.
Además de iniciar en una buena posición, un conductor de NASCAR entiende que su rendimiento depende de terminar bien la carrera. En una competencia de 500 millas, ser el líder en 499 millas no significa nada si el conductor no termina de primero frente a la bandera de cuadros. Independientemente de la habilidad del conductor para maniobrar el auto al principio de la carrera, si él o ella se accidenta o si pierde la concentración hacia el final, el conductor perderá el liderazgo y perderá la carrera. Nadie gana puntos por su posición en la mitad de la carrera, sino que cada conductor se le asigna un lugar en función de cómo él o ella termina la carrera.
Los grandes líderes entienden los dos sujetalibros del éxito: Inicio y Finalización. Por lo general, pensamos en ellos en términos de hacer una tarea o proyecto. Sin embargo, lo que es cierto en nuestro enfoque de los proyectos también es cierto en nuestro enfoque de cada día. Cómo pasamos nuestras mañanas y noches tiene una enorme influencia sobre el curso de nuestro liderazgo.
Yo uso mi mañana para establecer un plan de juego para el día. Durante este tiempo, no permito interrupciones. Nunca organizo desayunos de trabajo y me aíslo de las distracciones. No me permito crear una estrategia de varios años o proyectar mis pensamientos hacia el futuro. Por el contrario, puedo definir mi atención a las próximas 24 horas. Yo me pregunto: “¿Sólo por hoy, ¿cómo puedo ser un éxito?” Viendo la vida en incrementos de 24 horas, hago énfasis en el cada día. Trato de hacer de cada día una obra maestra.
Durante la noche, pienso en mi día. Al reflexionar, traslado las experiencias de mi día en oportunidades de aprendizaje. Este proceso solidifica en mi mente las lecciones que he descubierto o pedazos de conocimiento que he hallado. Al reflexionar, obtengo el espacio para evaluar mi progreso en las metas que me propuse durante la mañana.
La relajación es otra parte importante de mi rutina de la noche. Hago un esfuerzo para poner mi tiempo libre en actividades que me reponen al recargar mi energía. Para mí, estas actividades incluyen pasar tiempo con mi esposa, leer un libro, o el estudio de las Escrituras. La relajación me pone en un estado emocional bueno, me levanta el ánimo, y me recuerda las alegrías de la vida.
Cuando me olvido de sacar tiempo en la mañana para planificar mi día, me doy cuenta de los efectos adversos. En primer lugar, no vivo mi día en mi propósito. En lugar de elegir dónde invertir mi tiempo, cedo el control de mi agenda a cualquier circunstancia que pueda surgir. En segundo lugar, derrocho mi energía. Ya que no definí objetivos claros para el día, floto de una actividad a otra sin concluir nada. Finalmente, cuando paso por alto mi planificación por la mañana, me siento abrumado. Como soy ambicioso, tengo una tendencia a morder más de lo que puedo masticar. Si no centro mi atención, el peso de mis numerosas participaciones comienza a arrastrarme hacia abajo.
Cuando no fijo una hora de la noche para el descanso, me encuentro también con síntomas negativos. En primer lugar, me pongo tenso. Mis tiempos de reflexión y relajación actúan como válvulas que liberan el estrés de mi vida. Si no aparto tiempo para esos momentos, me pongo tenso, mis pensamientos son más negativos y mi salud sufre. En segundo lugar, pierdo la pasión. Mis tiempos de ocio me llenan el combustible. Si no aparto tiempo para mis actividades favoritas, entonces la vida pierde su brillo. En tercer lugar, echo a perder las posibilidades de crecer. Cuando no reflexiono sobre los momentos significativos de cada día, me privo de los beneficios de la experiencia.
En resumen, el ayer se fue y el mañana está fuera de alcance. Es por eso que importa el HOY. Los líderes que valoran cada día sabemos la importancia de empezar bien y terminar mejor. Por las mañanas, centran sus energías en tareas clave, y por las noches, se reponen por sí solos. Al dominar los sujetalibros de éxito, los líderes se posicionan para hacer un impacto cada día.
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