“Piensa en Miguel Ángel. De los seis a los diez años vivió con un cantero y su familia, aprendió a manejar un martillo y un cincel antes de que pudiera escribir. Después de un breve intento infeliz en la escuela, trabajó de aprendiz con el gran pintor Ghirlandaio. Trabajó en encargos taquilleros, dibujando, copiando y preparando frescos en una de las mayores iglesias de Florencia. Luego fue enseñado por el maestro escultor Bertoldo y bajo la tutela de otras luminarias en la casa de Lorenzo de ‘Medici, donde Miguel Ángel vivió hasta los diecisiete años. Era un artista prometedor, pero poco conocido, hasta que hizo su obra La Piedad a los veinticuatro años de edad. La gente llamaba a La Piedad genialidad pura, pero su autor no estaba de acuerdo. ‘Si la gente supiera lo duro que tuve que trabajar para ganar mi maestría’, dijo Miguel Ángel, ‘no les parecería tan maravilloso del todo.’ ” ~ Daniel Coyle en The Talent Code
Qué historia tan increíble. El libro de Daniel Coyle viene con grandes mini-biografías como ésta. (Si las encuentras fascinantes, el libro te encantará.)
Esto nos recuerda la historia de Eric Butterwoth en su gran libro, Economía Espiritual, donde nos dice: “El gran virtuoso pianista Paderewski estaba una vez tocando ante un público de ricos y de la realeza. Después de una brillante actuación, una señora elegante extasiada con el artista dijo: ‘Ah Maestro, usted es un genio!’ Paderewski con aspereza respondió: ‘Ah, sí, madam, pero antes de ser un genio era un patán!’ Lo que estaba diciendo era que su actual reconocimiento no le fue entregado en una bandeja de plata. Él, también, fue una vez un niño que practicó laboriosamente sus escalas. E incluso en su apogeo, detrás de cada actuación brillante hubo incontables horas de práctica y preparación.”
Puedes notar un tema aquí: Detrás de cada artista excepcional hay un montón de trabajo duro. (Y un montón de mielina también.)