Cada uno de nosotros puede, a su manera, convertirse en portador y transmisor de dones y buenas nuevas. A lo largo del día se nos presentan diversas formas de:

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Dar la mano a alguien que tiene miedo.
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Hacer un regalo.
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Sentir empatía por un amigo.
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Visitar un enfermo.
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Celebrar la buena suerte de los demás.
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Compartir el placer y la risa.
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Preparar una comida especial
En esta lista cabe todo lo que nos podamos imaginar. Todo lo que hacemos en nuestras vidas cotidianas para provocar compasión, alegría, alivio, risa y lagrimas en nosotros y en los demás se llama “espiritualidad en acción”. Cuando despertamos a esta devoción cotidiana sufrimos una profunda transformación y nos convertimos, nosotros también en mensajeros.
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