El Principio de la Multiplicación (2/2)

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Teniendo en mente los detalles de la historia de la multiplicación de los panes, recordemos que no fue en las manos de Jesús donde el pan se multiplicó.  Jesús sólo bendijo el pan, lo partió y entrego la mitad a los discípulos.   Entonces los discípulos siguiendo las instrucciones de repartirlo, obedientemente repartían el pan, lo partían por la mitad, y lo hacían una y otra vez.  Resumimos que el milagro no sucedió en las manos del Maestro, sucedió en las manos de los discípulos.

Dentro de esta narración de la vida real, hay dos principios importantes.  Son las dos claves para la multiplicación en el reino de Dios.

El primer principio es este:  algo debe ser bendecido antes que se pueda multiplicar.  Lo que muchos cristianos no entienden es que antes que su dinero se pueda multiplicar, debe ser bendecido.  En otras palabras, primero debe ser entregado al Señor.

Cuando damos al Señor lo primero de nuestras ganancias, el diezmo, el resto es bendecido.

Cuando se da primero al Señor, y el Señor pone su bendición sobre él, entonces y solo entonces, tiene la habilidad de multiplicarse.

En la antigüedad, cuando las ovejas tenían un corderito, se tenía que dar el primogénito a Dios, y el resto sería bendecido. Se requiere de fe para poder cumplir ese primer principio.

Esto se remonta hasta el jardín del Edén, Dios aceptó la ofrenda de Abel, pero no aceptó la ofrenda de Caín. Caín trabajaba la tierra, Abel tenía ganado y ovejas. Abel, dice, que dio su primogénito, sus primicias, de su ganado. Pero Caín no dio sus primicias de sus frutos. Dios aceptó la ofrenda de Abel, pero no aceptó la ofrenda de Caín ¿por qué? Porque Dios no puede aceptar el segundo lugar, es una imposibilidad teológica. Dios es el altísimo, es el más alto, el más eminente, Él es primero.

Jesús, quien recibe los diezmos, es el único que tiene el poder de bendecirlos para que se multipliquen.

Hay un segundo principio de la multiplicación:  sólo lo que se da se puede multiplicar.   Regresando a la historia de los panes, los discípulos tenían los peces y los panes.  Jesús ya los había bendecido, es decir que tenía el potencial para ser multiplicado, pero si ellos se lo hubieran comido, nunca se hubiera multiplicado.  Tenían que dárselo a otros.

Lo que realmente habla este principio es de los diezmos, las ofrendas y las promesas de fe. Nosotros le damos nuestros diezmos a Dios y Él lo bendice y después nosotros damos por encima de eso para bendecir a otros.

Realmente dar el diezmo no es dar, es devolver.  Es devolverle a Dios lo que ya es de El.  Por lo tanto, el segundo principio es que las finanzas en exceso al diezmo se deben compartir si se van a multiplicar.

Dios quiere que tus finanzas estén bendecidas, y quiere que tus finanzas se multipliquen.  Pero es vital que comprendas que nunca verás la multiplicación de tus finanzas hasta que comprendas los dos principios:

  1. Le damos a Dios lo primero para que bendiga nuestras finanzas.
  2. Damos más allá del diezmo porque solo lo que se comparte puede ser multiplicado.

Estos son los principios de la multiplicación. Y son tan poderosos hoy como lo fueron en aquel monte en Galilea.

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One Response to “El Principio de la Multiplicación (2/2)”

  1. www.laiglesiaprimitiva.com Says:

    Para estudiar como la iglesia primitiva ofrendaba visita… http://www.laiglesiaprimitiva.com/ofrenda.html

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